Cómo las élites están
controlando el mundo
Javier
Navascués.
Fernando Paz es Profesor de Historia y Filosofía. Escritor, ha publicado:
‘Europa bajo los escombros’, ‘El fracaso de una utopía’, ‘Antes que nadie’,
‘Nuremberg, juicio al nazismo’ y otros dos libros en colaboración: ‘Proceso a
José Antonio’ y ‘El libro negro de la izquierda’. Pueden seguirle en
twitter: @FernandoPazdice.
En esta entrevista analiza en profundidad los aspectos básicos de su nuevo
libro ¡Despierta! Cómo las élites están controlando el mundo.
En octubre de 2019 tuvo lugar en Nueva York el Evento 201, un encuentro al
más alto nivel en el que se dieron cita las principales agencias globalistas.
Allí se simuló la irrupción de una pandemia y se habló de confinamientos,
vacunas…..Tres meses después la OMS declaró oficialmente la pandemia covid 2019
y se produjo todo tal y cómo habían dicho en la simulación. ¿Este hecho bastaría
para probar que todo obedece a un plan previamente diseñado (que tuvieron la
desfachatez de anunciar antes)?
En el Evento 201 se simuló el estallido de una pandemia que se extendería
por el mundo entero y cuyo agente causante sería un novedoso coronavirus
particularmente contagioso, procedente del SARS, y que saltaría de un
murciélago a un humano. Durante el primer año, no se dispondría de vacuna. Las
semejanzas con lo que comenzó a suceder apenas un mes más tarde son
escalofriantes.
Bien cierto es que eso no es una prueba concluyente. Pero ¿había un plan
previamente diseñado, cuya ejecución se ciñó a lo que se habló en Nueva York en
octubre de 2019? Los disidentes chinos, que como es natural odian al Partido
Comunista, estarían encantados de probar que fue el PCCh el causante de la
pandemia. Pero, en general, no creen que el escape del coronavirus haya sido
deliberado. Hoy por hoy no puede saberse. Personalmente me inclino a pensar
que, pese a las similitudes apuntadas, el desarrollo de los acontecimientos ha
sido fortuito. Puede parecer difícil de creer; en todo caso, no es algo a lo
que conceda mucha importancia.
Y es que si no hubiera sido en un laboratorio de Wuhan en el invierno de
2019-2020, habría sido en el verano de 2022 en un centro de investigación
farmacéutica de la India, por ejemplo. Porque, según han declarado antiguos
directivos de la OMS, lo que sí había era una presión de las farmacéuticas para
que se declarase una pandemia desde hacía bastantes años. Los dueños de las
farmacéuticas coinciden con los principales agentes globalistas, pero
encontraron resistencia, porque el globalismo no es un mundo homogéneo. Y, por
otro lado, estos han aprovechado la situación para, como dijo Pedro Sánchez
“implementar una serie de medidas que ya estaban en marcha, pero que la
pandemia nos va a permitir cubrir con mayor rapidez".
Si este escenario - tal y como se produjo - fue diseñado o no, poco
importa. Algo muy parecido hubiera sucedido antes o después.
Desde ese momento nos han confinado, impuesto las mascarilla y la vacuna.
Los ataques a la libertad han sido mayores que nunca. ¿Por qué no ha habido
apenas resistencia?
En otros países ha habido más resistencia que aquí, y eso que han padecido
muchas menos restricciones que nosotros. No somos conscientes del grado de
sumisión al que estamos sometidos en España a través del largo proceso de
narcotización que lleva durando décadas. En muy pocos sitios los confinamientos
han sido tan radicales como aquí y, en esos escasos lugares, no han faltado
protestas.
Las razones que explican nuestra sumisión son complejas. Somos un país sin
una vigorosa sociedad civil, un país con escasa cultura política y en el que la
fibra moral está muy resquebrajada.
En esas condiciones, resulta fácil imponer el terror social como se ha
hecho, a través de los medios de comunicación tanto públicos como privados. Un
mensaje completamente homogéneo, sin fisuras, que ha incluido la persecución al
disidente como agente metafísico del Mal.
En el caso de España, los medios de comunicación han silenciado
sistemáticamente lo que sucedía en otros países para que no pudiéramos
comparar. Incluso un responsable de Sanidad de la CAM pidió públicamente que se
censurasen las imágenes de los graderíos en la Eurocopa de este verano porque
se veía cómo, desde San Petersburgo hasta Londres, pasando por Roma o
Copenhague, nadie llevaba mascarilla en los estadios.
Ya ni se molestan en ocultar el desprecio que les merecemos. La población
no debe saber sino lo que la élite determine (llamar élite a esto que nos
gobierna es ciertamente abusivo; dejémoslo en oligarquía).
Igualmente Trump fue expulsado de la presidencia y el propio presidente de
Estados Unidos vetado en las redes sociales, nunca las redes sociales habían
tenido tanto poder. ¿Estamos ya viviendo lo que avanzó la ciencia ficción de
que un poder global determinaría lo que está bien y lo que está mal?
En primer lugar, estamos viviendo una cooptación del espacio público por
los intereses privados. Es paradójico que la izquierda proteste por
privatizaciones que, comparativamente, son ridículas, mientras colabora con los
intereses de las empresas privadas más poderosas del mundo, que se están
apoderando de las organizaciones e instituciones públicas más importantes, y
que están sustituyendo a los estados y poniendo estos a su servicio.
Pero es que, además, las redes sociales no pueden - legal y moralmente
hablando - determinar qué se publica y qué no en sus portales. No pueden
imponer unas normas que contravengan la legalidad. Hasta la Unión Europea se lo
ha recordado. Porque no son medios de comunicación, sino canales de
comunicación. Por lo tanto, no tienen derecho de censura por sí mismas, y solo
pueden denunciar los contenidos que consideren que vulneran la ley en una
circunscripción en concreto. Y que el juez, y no ellos, procedan conforme al
ordenamiento jurídico. Naturalmente, las redes sociales ignoran olímpicamente
todo esto; pueden afrontar pagos multimillonarios en caso de recibir condenas
de esta cuantía.
Su complemento natural son las verificadoras, una de las mayores vergüenzas
de estos aciagos días. Empresas que son, no pocas veces, verdaderas generadoras
de bulos. Las verificadoras han sido creadas desde el Poynter Institute, uno de
los brazos más visibles de la Open Society Foundation de George Soros. Su
conexión con la big tech les permiten copar los primeros puestos de búsqueda en
Google, por ejemplo, de modo que alguien interesado en una determinada
información encuentra en abundancia el desmentido antes que la afirmación
original que generó este; de este modo, la inmensa mayoría solo accede a la
información de las verificadoras.
Ahora, míster Gates trabaja en la creación de una red de verificación que
incluya imágenes y que determine para todo el planeta lo que es correcto y lo
que no lo es.
La agenda 2030 asoma en el horizonte, como algo que nadie puede cuestionar
y anunciando una gran dictadura global. ¿Por qué pocas voces denuncian esta
aberrante imposición que atenta contra las libertades más elementales?
Mire, en Gran Bretaña se ha publicado esta pasada primavera un libro,
“State of Fear", en el que la autora, Laura Dodsworth, recoge las
denuncias de un grupo de científicos que confiesan haber instalado a propósito
el miedo en la población a fin de hacer cumplir las medidas del gobierno en la
población. Se aterrorizó a esta deliberadamente, para justificar su
confinamiento y las restricciones de todo tipo.
Lo mismo ha pasado en España, corregido y aumentado. El miedo es algo
irracional, y no desaparecerá con argumentos racionales. Tenemos el ejemplo de
la mascarilla: en espacios abiertos su eficacia es sencillamente nula. Sin
embargo, el fin de la obligatoriedad no ha hecho mella en un 60-70% de la
población que sigue portándola, aunque no solo no sirva, sino que sea
perjudicial. Puedes pasear en mitad del monte, a dos horas a pie del lugar
habitado más cercano, y encontrarte paseantes solitarios con doble mascarilla.
Es una aberración, solo explicable porque el miedo se ha apoderado de sus
vidas.
En cuanto a quienes pudieran denunciar esto…Para cualquier observador
imparcial, no puede dejar de resultar llamativo la unanimidad de las
informaciones por más que usted cambie de canal, de digital o de dial.
Profesionales de la medicina y de la información que están pagados por las
farmacéuticas, los hay y muchos. Pero lo esencial es que los propietarios de
los fondos buitre que poseen los principales medios de comunicación en España
(Atresmedia, PRISA, Mediaset) son los principales accionistas de los bancos más
importantes, los mayores accionistas del IBEX-35 y…accionistas principales de
las big pharma, Pfizer, Moderna, etc…¿Cómo van a denunciar a las farmacéuticas
desde un medio de comunicación cuyo propietario lo es también de las
farmacéuticas?
Mientras China crece y las farmacéuticas se lucran nos acercamos a un gran
colapso económico. ¿No comprenderemos la gravedad del reseteo hasta que se
produzca?
Téngalo por seguro. Nos van a resetear, y la mayor parte de la gente estará
contenta. No volveremos a la vida como la hemos conocido. Los primeros
beneficiarios los ha señalado usted; China y las farmacéuticas. El gigante
asiático ha reactivado su crecimiento a partir de las exportaciones y obtenido
unos beneficios como en sus mejores tiempos; las farmacéuticas han conseguido
beneficios fabulosos, que les permiten adueñarse de nuestras vidas a través de
lo que ya se empieza percibir con claridad como una dictadura biosanitaria.
China se ha convertido en el modelo al que nos dirigen las élites globalistas.
Por otro lado, mediante la cronificación de enfermedades y la
sobremedicación, hoy Occidente es presa de las grandes corporaciones
farmacéuticas que, para mantener el negocio, necesitan ese terror social.
Pfizer había duplicado sus beneficios en 2020 antes de sacar las vacunas; quizá
así entendamos por qué se han abstenido en todo lo referente a prevención y
curación del covid-19. Nada de esto, solo vacunas. La curación solo se aplica a
los enfermos; las vacunas, a todos. No hay que ser muy listo para saber dónde
está el negocio.
El terror social - clave de arco del sistema en el que nos han sumergido -
explica que la población, aunque con reticencias, se haya pinchado un compuesto
producido por las empresas más corruptas del mundo, repetidas veces condenadas por
fraude, soborno y mala praxis comercial y profesional. Un fabricante, además,
que rechaza toda responsabilidad acerca de lo que pueda pasar con su producto,
un producto elaborado en ocho meses en lugar de ocho años y del que se
desconocen los efectos a medio y largo plazo, sencillamente porque no ha
trascurrido el tiempo suficiente.
¿Cómo es que la población se ha decidido a asumir ese riesgo? Pues porque
se le ha dicho que la vacunación es el único modo de terminar con esta
pandemia; la situación de emergencia planetaria exige correr el riesgo. Pero
¿es eso cierto? Pues mire usted, en absoluto. De acuerdo a los datos oficiales
(y hay convincentes razones para ponerlos en cuestión, a la baja) en 2020 se ha
producido una sobremortalidad por COVID en nuestro país de unas 50.000
personas. Eso significa, uno de cada novecientos españoles. No, no es un error.
1 de cada 900. ¿Una proporción tal justifica la asunción del riesgo de la
vacunación masiva en las condiciones actuales en las que ha sido elaborada la vacuna?
Es claro que no. Pero es que la vacuna no hay que interpretarla desde el
punto de vista sanitario, sino desde el ideológico. Aquí se dan la mano China y
las farmacéuticas. Porque China, como se ha dicho, es el modelo de los
globalitarios, cuya aspiración es controlar a la población como hace el
gobierno de Beijing; este no necesita de justificaciones, pero en Occidente no
se puede obrar de igual modo (al menos por ahora). El corolario de la
vacunación, el pasaporte covid, es el documento que nos lleva a China. Por
nuestro bien, claro, y en el nombre de la salud, elemental dios de una sociedad
hedonista.
Incluso ya se habla de un experimento de la caída de internet a nivel
global, algo que tendría gravísimas consecuencias, pensemos por ejemplo
solamente en el dinero de los bancos etc…
La desaparición del dinero en metálico, en efectivo, es un objetivo que
habrá de demorarse un tiempo, si no sucede nada extraordinario. De hecho, el
PSOE lo propuso el año pasado en el Congreso de los Diputados. Le fue rechazado
y hasta Europa le dio la bronca por haberse dejado llevar por un excesivo celo
cipayo. Era demasiado pronto; los experimentos que habían tenido lugar en la
India unos años atrás - de la mano de Bill Gates; lo siento, es así -
fracasaron rotundamente.
Pero el objetivo es ese: terminar con el dinero. El PSOE se tuvo que
conformar con limitar las transacciones en metálico a 1.000 euros, naturalmente
por nuestro bien, a fin de evitar el fraude.
No es descabellado aventurar que existe, además, un propósito de apropiarse
de nuestras cuentas corrientes. Un fallo masivo del sistema, un oportuno hackeo
ruso o iraní, un apagón gigantesco quizá atribuible a una tormenta solar…hace
tiempo que se rumorea, y lo cierto es que proliferan los artículos al respecto en
los medios más generalistas. No sé si se producirá o no, pero el Foro de Davos
nos ha prometido que en 2030 no poseeremos nada. Yo les creo.
¿Se puede probar que todos estos hechos son el producto de las políticas de
las elites?
Bueno, eso un hecho. No hay especulación alguna en ello. Es una obviedad
que las élites son responsables de lo que acontece en el mundo. De esto y de lo
demás. Cosa distinta sería establecer si las élites actúan en su propio
beneficio o si lo hacen en el de sus pueblos. Eso puede ser más discutible, por
cuanto es valorativo; habrá a quien la Agenda 2030 le parezca de perlas, y
otros a quien espeluznará. No hace falta que le diga dónde me encuentro yo.
Pero es un hecho que todo esto es consecuencia de las políticas de la
élite. Esta tiene un plan que pasa, naturalmente, por retener y reforzar su
poder, y por moldear el mundo en función de sus intereses. La población debería
entender que la imposición de la Agenda 2030 va esencialmente contra ellos.
Todos los objetivos que se señalan en dicho programa son perjudiciales para la
población, que es quien va a pagar la factura.
Siendo más precisos ¿quiénes son los que realmente llevan la batuta de
estas élites?
La élite es un sistema, más que unos nombres. En esencia, es una proyección
del orden anglosajón sobre el conjunto de la humanidad: su concepción del
mundo, sus mimbres ideológicos, su sistema político, su orden social.
Perdone la disgresión, pero en la historia humana se dan tres o cuatro
grandes tipos humanos con sus respectivas concepciones del mundo y de la moral:
el sacerdote, el guerrero, el artista y el comerciante. El globalitarismo es el
triunfo de la concepción mercantil del hombre; el triunfo del comerciante, con
su perversa idea de que todo tiene un precio, con su obtusa confusión entre
valor y precio, y con su voracidad codiciosa.
En otro tiempo las élites eran religiosas o militares, y se les suponía una
cierta condición aristocrática; ahora, la élite es poco más que una despiadada
pandilla de tenderos entregada a una descarnada competición por morder más
mercado. El planeta se les ha quedado pequeño, y sus habitantes somos indignos
de su grandeza mercantil. ¡Les debemos Internet…! ¡Y Amazon! ¡Y Google! ¡Y
Twitter y Facebook…!…sacre bleu…
Ya no podemos vivir sin ellas. Es un hecho. Nos hemos convertido en sus
rehenes. El propósito es que lo seamos por siempre, y cada día más.
Si le quiere usted poner nombres, puede listar los de Gates, Soros,
Zuckerberg, Musk, Ted Turner, Kissinger…y miles más. Y, naturalmente, las
organizaciones que presiden y desde las que dirigen el mundo.
¿Vamos a una sociedad de esclavos?
Ya estamos en ella. La mayor parte de los españoles vive aterrorizada por
un virus que jamás le produciría más que un constipado o una gripe bastante
llevadera. La esclavitud les ha anidado en el alma. Ha vivido en un terror
lacerante durante meses y ahora vive en un terror de baja intensidad, a medio
camino entre el pánico y el simple miedo. Y hasta siente un cierto
agradecimiento.
La élite ha diseñado una sociedad de “dos velocidades"; no es un
futurible, llevamos ya mucho tiempo viviendo en ella. Ya me he referido antes a
eso.
El elemento clave es ahora la tecnología. La confianza en que a través de
ella podríamos eludir nuestra servidumbre se ha revelado una mentecatez, como
era previsible. Pues al contrario, como escribió hace muchos años el visionario
CV Gheorghiu, la tecnología sería el totalitarismo del futuro. No la tecnología
al servicio de algo en concreto; no, la tecnología en sí.
La población solo quiere seguridad. Y eso se lo proporciona un sistema de
salud, un sistema de control social, de cámaras; quiere sentirse incluida.
Prefiere equivocarse con los más que acertar con los menos. Lo entregarán todo
para sentirse arropados. Todo. Son décadas de intoxicación y de deconstrucción
de nuestra identidad que han desembocado en la producción masiva de peleles. Es
lo que hay.
¿Puede organizarse una resistencia eficaz a esta dictadura global que no
solo se nos viene encima, sino que ya ha empezado y muchos parecen no darse
cuenta?
Es evidente que no es fácil. El miedo es libre. Si fuese por nuestra
población, sin duda esto estaría perdido. Pero existe una protesta en Europa
con capacidad de contagio. Así lo creo.
Además, y por otra parte, siempre habrá un núcleo resistente. El
fortalecimiento de esa resistencia es la tarea que nos toca. Defender la
identidad y la libertad. No hay mejor antídoto. No hay otro.
Por Javier Navascués
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FUENTE:
https://www.infocatolica.com/blog/caballeropilar.php/2108300413-fernando-paz-analiza-su-nuevo
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